11 de mayo de 2009

PENSANDO

¿Cuánto dolor somos capaces de soportar, me pregunto, sin salir todavía de mi asombro, después de resistirlo días y noches enteras ininterrumpidamente? (¿Cuánto dolor soportan esas personas que llenan las camas de los hospitales, y otras que ni siquiera tienen analgésicos para aplacarlo?) ¡Dios, me conmuevo con sólo pensarlo! Sin embargo, nada es comparable al dolor del alma, a ese dolor de sabernos solos. Sí, solos con nuestra vulnerabilidad a cuestas. Aceptando que por más angustia que estemos sintiendo, el mundo no se detiene frente a nuestro dolor… Y nos hacemos fuertes (yo más bien diría que nos protegemos tras esa coraza de autosuficiencia), añorando ese abrazo que no tuvimos, esas caricias o mimos a las que aspirábamos, o esas palabras de ánimo que nadie susurró en nuestro oído…Y nos agarramos a cualquier gesto, por pequeño que sea, con tal de no sentir aún más lo verdaderamente solos que estamos... Y acabamos dando las gracias cuando un@ amig@ nos dice por teléfono “Si necesitas algo, ¡llámame!”. Y silenciamos nuestra herida justificándolos por sus tantas ocupaciones... Y ahogamos esas ganas de gritarle: “¡¡Es que no te das cuenta que a quien necesito es a ti!!”.
© María Meilán

No hay comentarios: