11 de mayo de 2009

ME ENTRETENGO



“El olvido no existe. Todo está grabado en el corazón. ‘Olvidar’ es simplemente cerrar los ojos, mirar hacia otro lado, seguir enfermo”

Sí, me entretengo... cuando salgo del trabajo me busco actividades, al fin y al cabo, siempre hay algo que hacer. Así no pienso, sobre todo, no siento ni padezco... “Esta angustia que me invade también pasará –me digo-. Todo pasa con el tiempo”. En realidad he guardado y guardado tanto en las salas del olvido: recuerdos, dolores, heridas... ya no sé quién soy ni qué soy... por eso me entretengo, intento aferrarme a lo que conozco de mí, así voy acallando, una y otra vez, mi inseguridad, mis culpas, mi incapacidad, y voy llenando mi soledad, aunque sigo sin saber qué hacer con mi hijo, mi relación fallida, mi trabajo y con esta intranquilidad. Mientras tanto, me desconecto de mí –dejo de ser-, y me ratifico en esta falsa seguridad que me coloniza suavemente la vida... Y si el dolor en algún momento me delata, me dejo envolver rápidamente por los tranquilizantes brazos de la autocompasión, incluso manipulo a los míos responsabilizándoles de mi infelicidad –al fin y al cabo si no fuera por ellos yo no sufriría-. Y la autocompasión me devuelve con embaucadores susurros a mi letargo cotidiano.

¿Conocerme? ¿Quién quiere conocer a ese ser que soy? Me conozco suficientemente para desenvolverme en mi día a día, para qué quiero conocer todo eso de mí que se oculta en la oscuridad de mi recamara... Además, ¡temo tanto a la oscuridad! Es en la oscuridad donde afloran los fantasmas, los presentimientos, la angustia, el dolor, la culpa, la vergüenza, la dificultad... por eso huyo de ella con mis tantas distracciones: salgo de compras, mantengo relaciones superficiales, me río, veo tele... y para relajarme cuando ya me siento agotada, le doy unas caladitas a un peta y sus efectos me adormecen dulcemente en la nada... Mañana será otro día, y pasado otro... De nada sirve comerme el coco... pensar, sólo me hace más daño. Ya habrá tiempo para deshacerme de eso que me atormenta, llorar mi decepción, aguantar el tirón de la impotencia, reflexionar acerca de mis motivaciones, pedir perdón, aclarar mis sentimientos.

De momento pensar me confunde, me agota. Así es que me entretengo enredándome con los asuntos de los demás porque los que me rodean, pobres, están peor que yo. A veces también me entretengo y me divierto desenmascarando –con cierta dosis de sarcástico humor- en los demás eso que tanto oculto de mí misma. Al fin y al cabo yo, desde mi máscara, controlo perfectamente lo que me pasa y no tengo necesidad de hablar de mis sentimientos, de lo que percibo, de lo que me da miedo... Sólo que, a veces, la vida me reta colocándome frente a lo silenciado o ante lo evidentemente negado, me adentra en mi propia piel, en esa insatisfacción –no sé muy bien a qué se debe-que me amarga la existencia y me mantiene en constante alerta y actitud defensiva. Entonces me refugio –huyo- fantaseando con ese día en el que aparecerá alguien que me comprenda, que me acepte como soy, y que llene mis carencias. Alguien que me proteja de mis males, de mí misma.
© María Meilán

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