11 de mayo de 2009

LA NEUROSIS: un pesado arnés



¿Qué es un neurótico?

Una persona neurótica –y todos lo somos en mayor o menor medida- es, simplemente, una persona que sufre. El concepto “neurosis” es sinónimo de “dolor emocional excesivo”, con las secuelas conductuales correspondientes. Este dolor puede manifestarse de muchas maneras -ansiedad, depresión, fobias, agresividad, hiperactividad, celos, dependencias, obsesiones, miedos, etc.,- pero, en general todas ellas pueden remitirse a un origen común. ¿Cuál es este origen? ¿Qué es la neurosis y como se cura?

El neurótico es casi siempre un niño. No solamente un niño, por supuesto, ya que también posee muchos aspectos adultos. Pero la intensidad de su neurosis tiende a ser proporcional a su grado, digamos, de “infantilismo”. Al neurótico se le paró el reloj, vive atrapado en el tiempo. Con independencia de cuál sea su edad cronológica, su edad emocional nunca pasa de 2, 3, 5 o, como mucho, 15 años. Este infantilismo es la causa de un choque brutal, de una gran inadaptación a la realidad, de lo que resultan su dolor y sus síntomas neuróticos. (No debemos confundir el infantilismo del neurótico con el “niño interior” que todos llevamos dentro. El niño interior es el fondo infantil que refresca y enriquece nuestra personalidad madura, mientras que el infantilismo neurótico bloquea e impide la maduración del sujeto. El neurótico es, de hecho, un niño que se niega a crecer).

Cada síntoma neurótico, por raro que sea, es un escudo. Cada escudo se entreteje con otros hasta formar una sólida coraza mediante la que el neurótico se defiende no ya de las heridas recibidas en su infancia, sino -por extensión- de la vida entera. Y, así, desde ese búnker el neurótico se resiste a afrontar la realidad adulta, Es verdad que una parte de él quiere indudablemente curarse, dejar de sufrir, crecer, ser feliz. Pero su lado infantil, más poderoso, se siente enormemente cómodo y seguro en su perezoso nido de hábitos y defensas de “toda la vida” y, como además sus sufrimientos lo han vuelto desconfiado, sus miedos refuerzan su parálisis. Y, para colmo, teme que si efectivamente llegara a cambiar y curarse dejaría quizá de reconocerse a sí mismo, de ser "él mismo" ¡con lo mucho que le ha costado construirse su personalidad, aunque sea tan doliente! Algunos neuróticos llegan al extremo de idealizar su neurosis, de
enorgullecerse de sus sufrimientos, para no tener que desprenderse de su inmadurez.



¿Cuál es el terror supremo del neurótico? ¿Qué miedo fundamental oculta en su caja de Pandora este niño asustado, refugiado bajo capas y más capas de síntomas (ansiedad, tristeza, adicciones etc,)? Su horror básico es descubrir que realmente está solo en el mundo, que sus apegos familiares están envenenados, que en cierto modo fue siempre un huérfano, que su vida entera está llena de mentiras y en última instancia es un fracaso, que nadie podrá salvarlo jamás. Siente pánico a sufrir este terrible desengaño (que intuye oscuramente), a perder para siempre su última ilusión de ser amado incondicionalmente como un niño, a admitir que ya no lo es y que resulta inútil —y patético— seguir soñándolo. Pues la más terrible y abrasadora verdad es ésta: el tren de su infancia pasó para siempre.

La neurosis nace, en efecto, de la terrible nostalgia por una infancia fallida y, en consecuencia, la búsqueda continua, inconsciente e insaciable de una segunda oportunidad. ¡Vana fantasía! Para eludir este drama, el niño aterrado inventa en su refugio toda clase de estratagemas: olvida o se aferra al pasado, deforma su memoria, idealiza a la familia, se culpabiliza, finge perdonar, duda del psicoterapeuta, se enamora del psicoterapeuta, viaja compulsivamente, se refugia en la promiscuidad, trabaja hasta el agotamiento etc. Pero el tiempo no perdona y la añorada felicidad no llega.

¿En que consiste la curación de la neurosis? La respuesta se desprende de lo dicho más arriba: si la neurosis es el apego a una infancia ya perdida y el consiguiente -e imposible- anhelo de revivirla en el presente, entonces curarse es despertar a la cruda verdad, descubrir la locura de semejante intento, reconocer y aprender a convivir con la certeza de que nadie podrá ser jamás nuestro salvador y que, por tanto, sólo nosotros podemos -y debemos- asumir el peso de nuestra soledad, de nuestra existencia, de nuestro destino. Con la ayuda y compañía de muchas personas, desde luego, pero fundamentalmente solos y autónomos. Para conseguirlo, habrá que llorar hasta la última lágrima, gritar hasta la última rabia, liberarse de los principales apegos y resistencias infantiles. Se trata de algo muy parecido a una ‘deshabituación”, al destete final de todas las nostalgias inútiles, al definitivo re-nacimiento a la vida presente y la inauguración de la etapa adulta.

¿Para qué sirve la neurosis?

Para entender a fondo y curar la neurosis no basta con desenmascarar sus causas, también debemos descubrir sus finalidades inconscientes, pues por increíble que parezca, toda neurosis proporciona al sujeto no sólo una defensa, sino también alguna clase de ventaja, de beneficio secundario, que refuerza la continuidad del trastorno. Esto es muy importante, pues obviamente ningún estado psicológico, ni sano ni patológico, puede prolongarse si no ofrece al sujeto alguna clase de ventaja adaptativa respecto a otros estados posibles. Esta ventaja ayuda a reforzar unas conductas y no otras. Por tanto, el beneficio secundario de la neurosis constituye un verdadero propósito o finalidad de la misma. Y la neurosis resulta inesperada y paradójicamente no sólo un problema, sino también un intento inconsciente de “solución”, una estrategia adaptativa del sujeto para lograr determinados objetivos.

¿Cuál es la finalidad de la neurosis? Tal como sucede, por ejemplo, con el “chantaje emocional”, el neurótico intenta satisfacer mediante su “enfermedad” una parte de las necesidades cuya frustración precisamente lo “enfermó”. Por ejemplo, el estrés y las insatisfacciones producen molestias psicosomáticas, pero dichas molestias son también una forma de recuperar cierto control sobre el entorno y conseguir que se preocupen de uno. La rabia tragada puede producir obsesiones o deseos de suicidio, pero éstos son a su vez formas de atormentar y vengarse de los demás, etc. En resumen, toda neurosis es la expresión de un conflicto interno pero, a la vez, es también un intento -parcial, disimulado, ineficaz- de resolver dicho conflicto.

Pongamos otro ejemplo. Una persona que no ha sido querida se refugia profundamente en sí misma y la llamamos “narcisista” pero fijémonos en que su narcisismo, la supuesta enfermedad, es en realidad un mal menor, un genuino esfuerzo solucionador del doloroso problema: la soledad. Ahora bien, ¿en qué condiciones dicho narcisismo se curará, o no?
Evidentemente, mientras al sujeto le convenga seguir encerrado en sí mismo -por pereza, o para mejor explotar

Evidentemente, mientras al sujeto le convenga seguir encerrado en sí mismo -por pereza, o para mejor explotar a los demás, o para no enfrentarse a las incomodidades de la vida, o para seguir disfrutando de los privilegios infantiles, etc,- el narcisista no se curará, ¿por qué iba a hacerlo, mientras su estrategia siga funcionándole? En cambio, si por distintas circunstancias su truco neurótico deja de ser eficiente y él toca fondo en su dolor, sólo entonces comenzará a abandonarlo.

De modo que toda neurosis es, en lo inconsciente, un truco, una maniobra, una elección. En otras palabras: ¡la supuesta enfermedad no es tal! En este contexto, tampoco existe lo “crónico” ni lo “incurable”. El sujeto que dice que “no puede” superar su neurosis sólo es un pillo que tiene secreta y exactamente lo que desea, a lo que se aferra con todo el poder de su intuición, su hábito y sus intereses inconscientes. No es que no pueda curarse, o que su caso sea “grave”, o que carezca de “Fuerza de voluntad”, etc.; ¡es que no tiene la menor intención de hacerlo! Sufre una enorme confusión y contradicción internas entre sus anhelos conscientes -a menudo, forzados por la sociedad- y sus verdaderos deseos ocultos.

Por todo ello, en suma, una de las claves de la psicoterapia es ayudar al sujeto a explorar sus contradicciones, a diferenciar lo que cree que siente y quiere de lo que realmente busca a través de esos síntomas que tanto le molestan.

Muchas personas logran recorrer este proceso –profundo y apasionante- por sí mismas. Otras necesitan la ayuda de psicoterapias específicas. Pero siempre merece la pena.

© JOSE LUIS CANO GIL
Psicoterapeuta y Escritor

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En relación a su escrito,recomendaría la lectura de la inutilidad del sufrimiento,excelente libro de Ma Jesús Álava reyes,profesional de reconocido prestigio,que ofrece una visión más humana y efectiva al tto,que por otra parte usted no ofrece.

Anónimo dijo...

Que en última instancia es un fracaso. Eso es duro terriblemente duro y el fracaso será usted